jueves, marzo 06, 2008

LA POLÍTICA QUE NACE EN LA UNIVERSIDAD
Menos bronca y más gobierno
Por Fernando Vivas. Periodista

Publicado en El Comercio 06-03-08

Este mensaje no es para el presidente Álvaro Uribe, ni para el presidente Rafael Correa, ni siquiera para Hugo Chávez. Es para Alan García.

El lío entre Quito, Bogotá y Caracas no nos compete, y la única exigencia que podemos hacer a Torre Tagle es que nos mantenga a diplomático recaudo de sus chispas. García, por cierto, estuvo sutil y equilibrado anteayer cuando despidió al visitante Correa con una invocación a Uribe para que renueve sus mil perdones, y al propio ecuatoriano para que no cobije a 'farcs' y 'albas'.

Pero no ha sido ni sutil ni equilibrado en su Perro del Hortelano III, publicado aquí, en El Comercio. Si en las dos primeras versiones la agresiva figura del can sirvió para afirmar políticas de Estado en legítima pelea con su oposición de izquierda, en esta última entrega hay más jactancia y bronca que propuestas y decisiones.

Creo que una de las explicaciones de este 'animus belicus' se remonta al campus formativo de la adolescencia. Si los hombres templamos sentimientos y adquirimos complejos en la infancia, nuestros afectos y desafectos políticos se establecen algo más tarde, en la universidad.

En ella nos ponemos etiqueta y camiseta en vocinglera pelea con las etiquetas y camisetas ajenas. En el tumultuoso asambleísmo estudiantil adquirimos el uso de razón política de una forma tal que nos deja huella a pesar del paso de los quinquenios.

Allí, en los patios y aulas donde no se gobierna ni revoluciona nada, donde solo se va a aprender y matar el tiempo, nos prendamos de figuras juguetonas como el derecho a tacha, la provocación al adversario, la escopeta de dos cañones y, llegados a las grandes responsabilidades de la adultez, no queremos soltarlas aunque amenacen entramparnos.


Alan, como Mauricio Mulder, su correligionario más peleonero, se educó en bronca con la izquierda que dominaba el movimiento estudiantil de la Universidad Católica. Pues creo que esa lid formativa lo ha marcado con una predisposición a seguirse peleando con sus viejos antagonistas, aunque hoy poco mandan y, por lo tanto, sí lo dejan mandar.

Que suelte ya al perro y atrape una nueva figura dialogante. Está bien sumar las cifras de la lucha contra la pobreza para contestar a los críticos radicales, pero con la humildad de reconocer que, más allá de la buena voluntad, las de inversión en infraestructura están atrasadas, y las del apoyo y subsidio directo, pues, son insuficientes. Esa humildad es condición esencial para el acuerdo entre bancadas y para prevenir conflictos como el reciente paro agrario.


El cuento del perro de huerto tiene el propósito de dirigir el descontento cívico al adversario que, provocado, responde enervado y azuza al tumulto, ejercitando, también él, las taras adquiridas desde el campus.


Hace falta una figura que gane al ciudadano para un fin conciliador. La estamos esperando.

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