martes, julio 15, 2008





















Palabras urgentes para
Félix Rebolledo Herrera
Fotografías:
Andrés Garay Albújar
agaray@udep.edu.pe
Texto: Nivardo Córdova Salinas
nivardo.cordova@gmail.com.pe

http://www.piuraweb.com/
A más de veinte años del fallecimiento de artista plástico peruano Félix Rebolledo Herrera (Catacaos 1944) durante la matanza ocurrida durante un motín en el penal del Frontón el 19 de junio de 1986 (*), su obra todavía no es valorada suficientemente, debido a su escasa difusión y el silencio oficial sobre el tema de las víctimas de la violencia política en los años ochenta, especialmente contra quienes como este excepcional creador fueron asesinados por “las fuerzas del orden” mediante una ejecución extrajudicial sin respetar el debido proceso, y que fue parte de un sangriento conflicto interno que estremeció al Perú.
Pero al margen de este genocidio del que fue víctima o de la decisión personal del artista de incorporarse al activismo social de manera más comprometida (cuestiones que podrían tener un análisis interdisciplinario aparte) la figura de Félix Rebolledo representa un tema ineludible al momento de hacer una balance de la cultura peruana de las últimas décadas y sobre nuestro arte contemporáneo. Indudablemente, en el campo de las artes plásticas del Perú la obra artística de Rebolledo tiene características únicas, en técnica y tema, que merecen un análisis mesurado para conservar aquellos valores esenciales de su propuesta estética, sin los cuales habría un vacío injustificable en nuestra historia cultural.
Graduado con medalla de honor a fines de la década del 60 en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima -junto con la extraordinaria pintora Tilsa Tsuchiya, amiga cercana y compañera generacional- Rebolledo plasmó su obra con minuciosidad de artesano. Temprano optó por el grabado en todas sus técnicas y variantes (xilografía, aguafuerte, etc.), y luego de terminar su formación académica viajó a Francia en la época del famoso “Mayo del 68”.

Su estadía europea le permitió acaso vincularse con los movimientos de vanguardia, pasar varios años en el taller del pintor Pablo Picasso (según información familiar), y aprender mucho más. Sin embargo, no adoptó las modas de la época, sino que siguió profundizando en la temática social, en las líneas medulares del indigenismo de José Sabogal, pero con una técnica avanzada que recurría al expresionismo, sin abandonar su filiación con el paisaje y el retrato. Es probable que su ciudad natal, Katak Kaos, enigmática urbe de raíces mochicas y tallanes en las cercanías de Piura, haya ejercido una influencia decisiva por su cercanía al medio rural, las picanterías y chicherías que dejaron una huella imperecedera, o sus calles idílicas con arquitectura del siglo XIX, pero con sus contrastes sociales de una comunidad marginada de la pseudo modernidad, como otras ciudades del “interior” del Perú.

Críticos como Élida Román o Jorge Villacorta han expresado opiniones favorables al arte de Rebolledo, pero sigue siendo un desconocido para la historia oficial de plástica nacional y aún hoy –al margen de menciones tangenciales en estudios socio-literarios o de los abordajes conceptuales en exposiciones recientes sobre la historia de la guerra interna- Rebolledo es mirado desde lejos por los círculos de la elite cultural.

Más aun cuando se difundió la noticia de que Rebolledo fue uno de los 118 prisioneros ejecutados en El Frontón, el desconcierto y el temor a la persecución motivó un silencio mayor sobre este artista, acaso por el miedo a la represión y la censura. Ahora, el tema se vuelve más peliagudo.

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Felizmente, en su tierra natal siempre Félix Rebolledo es una presencia permanente, libre y soberana, avivada por el fuego del hogar de la familia Rebolledo-Herrera, en la calle San Francisco, en el corazón mismo de Katak Kaos.

Su madre, la señora Nora Rebolledo, es talvez quien sufrió con más desgarramiento el fallecimiento de su hijo. Dios mediante, su desconsuelo es mermado por ese liderazgo y amor maternal, propio de los matriarcados tallanes, como fiel guardiana de la figura de su hijo, muerto físicamente, pero extremadamente real en el calor de la familia, y vigente para el Perú y el mundo en su maravillosa obra plástica.
No está sola en este esfuerzo. La acompañan sus hijos e hijas, entre ellos el poeta Lelis Rebolledo –uno de los escritores más renombrados de Piura, quien también fue detenido y encarcelado arbitrariamente y luego liberado hace algunos años ante la masiva protesta de los periódicos y la opinión pública piurana-.

Otro hermano de Félix es el actual párroco de Katak Kaos, quien comenta que “la familia no guarda rencor a nadie por el asesinato de Félix”, y han sabido encontrar en Dios la paz para esta enorme congoja. Sin embargo, tampoco creyeron conveniente dar un testimonio ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), que elaboró un documento sobre las víctimas de la violencia política.

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En la sala principal de su sencilla casa, la familia Rebolledo-Herrera se conservan grabados, pinturas, dibujos y fotografías de Félix Rebolledo, así como sus herramientas, planchas y “tacos”. Hace poco decidieron ampliar la muestra permanente en su casa natal, que poco a poco se va convirtiendo en un lugar de peregrinaje. Los cuadros exhiben un inusitado orgullo, como un mensaje que viene desde lo más profundo de la historia: retratos, paisajes, hombres trabajando, mujeres del pueblo, en tonos monocromáticos.

En los grabados destaca la fuerza y energía de los cortes sobre la plancha de madera, que llevan una impronta de dinamismo al papel, en un juego de sombras y luces sorprendente a la vista.
En efecto, Rebolledo fue un pintor excepcionalmente dotado, con aptitudes naturales para la plástica, desde sus años mozos. Pero sintió un llamado más profundo, al sentirse comprometido con el logro de la justicia social, el reino de Dios en esta tierra.

Pero como todo artista de corazón puro, también su vida estuvo marcada por un sino trágico. En el Perú de los últimos años, son varios los artistas que por razón o por emoción optaron por el camino del cambio social y fallecieron en el intento. El primero de ellos, Mariano Melgar (acaso el más inocuo en su áurea romántica, murió durante la lucha por la emancipación en el siglo diecinueve).

Más recientemente, en los años sesenta, el poeta Javier Heraud, aquel de los versos diáfanos de “El Río”, toma una decisión radical a sus 21 años y abraza la causa de la insurgencia. Fue acribillado en Puerto Maldonado, “en medio de pájaros y árboles”.


La poeta peruana Dalmacia Ruiz-Rosas escribió lo siguiente en 1990 en una crónica sobre el caso de Félix Rebolledo, texto que es citado por Paolo de Lima en un estudio reciente: “Algunos círculos vinculados a las Bellas Artes se conmovieron al enterarse [de] que en la masacre de los penales había fallecido Félix Rebolledo, un pintor de calidad y talento apreciado por tirios y troyanos en esta Lima, La Horrible.

Haciendo un símil —no exagerado— podría compararse con el boom que significó para las «bellas letras» el descubrimiento que en una columna guerrillera del Ejército de Liberación Nacional estaba el poeta joven brillante de su generación Javier Heraud”.


La comparación es muy ilustrativa, porque tanto Rebolledo como Heraud (por citar los casos más conocidos pero no únicos) son dos artistas excepcionales que tuvieron similar destino.

Paolo de Lima, en su trabajo titulado “José Antonio Mazzotti: Ni olvido ni perdón”, analiza el contexto del poema “19 de junio”, una reflexión sobre la violencia política y la matanza en los penales, poema donde se menciona a Félix Rebolledo y otros intelectuales.

Allí reflexiona sobre el “poeta-héroe” y dice lo siguiente: “Para cualquier poeta peruano que se respete, Heraud es un mito, un héroe, un poeta joven brillante. El paso adelante dado por Mazzotti y por otros autores más del periodo (como algunos miembros del grupo «Kloaka», por ejemplo) fue saber apreciar a su vez (con todos los reparos ideológicos que se les puedan hacer) la misma heroicidad en los «renovados» Arquímoros (Mazzotti dixit) y Herauds de los años ochenta”.

Como decíamos líneas arriba, en el poema “19 de Junio” Mazzotti se refiere a Félix directamente en dos momentos: “(Cómo pesa en el cerebro ese ladrillo. / Julián, Félix, Jacinto, cómo pesan. Vimos / correr los camiones con desmonte. Por las piedras / sus dedos se asomaban, despidiéndose)”. Luego afirma: “(Tú nunca llegaste / o quizá no supiste llegar. / Desde el fondo de un río hablan por ti Jacinto y Félix, van gimiendo / cada vez que me raspo con la arena, cuando miro / mis huesos cubiertos de hongos, mi piel inflándose en el sol, / en medio de alas y picos / regados desde abajo y en silencio)”. Cabe anotar que el poema “19 de junio” está incluido en el tercer poemario de Mazzotti Castillo de popa, finalista del Premio Casa de las Américas en 1988.
Pero no es el único ni el mejor poema de homenaje al pintor acribillado y bombardeado. En 1987, pocos meses después su muerte, Lelis Rebolledo publica “Flecha púrpura”, en versión a mimeógrafo y con la estética del fanzine, un sentido poema-homenaje para su fallecido hermano mayor, con quien se le aprecia en una fotografía en blanco y negro en la iglesia de Sechura, con los cabellos agitados por el viento del desierto.

El texto es un poema en prosa muy emotivo e intenso, es una metáfora sobre la soledad, el dolor, la ausencia y la muerte. También el poeta Domingo de Ramos se refiere a los aciagos acontecimientos de El Frontón en el poema: «Su cuerpo es una isla de escombros» en tanto que Tulio Mora aborda la violencia en el Perú en “Cementerio general”. Es importante citar también al poeta piurano Róger Santiváñez, amigo de los Rebolledo, quien con el seudónimo de Archi-Poeta publicó el artículo «Félix Rebolledo vive» (Asaltoalcielo 10. Suplemento cultural de El Nuevo Diario, Lima, 29 junio 1986), un testimonio temprano y valiente.

Muchas palabras se han dicho, pero paradójicamente la obra plástica de Félix Rebolledo sigue incomprendida, y en algunos casos son algunos de sus propios colegas quienes han contribuido con sus opiniones a dificultar un acercamiento a esta gran obra. Es natural que un artista de la talla de Rebolledo haya tenido detractores.

Recientemente, en un encuentro casual con el plástico Herbert Rodríguez, al pedirle su opinión sobre Rebolledo, espetó: “No estoy de acuerdo con el arte terruco”. Semanas después él mismo se rectificó personalmente en la puerta de El Averno: “Admito que fue un error haber dicho aquello” (conversación personal).

Hay otra opinión –dislocada y extremadamente subjetiva a nuestro juicio- emitida por el artista plástico (¿?)Juan Javier Salazar: «Yo estudié con Félix Rebolledo el primer año de Bellas Artes; él murió en la matanza [de los penales].

Era un pintor mediocre, pero una persona muy agradable, incapaz de matar una mosca. Él era asesor del sindicato de Luz y Fuerza, y entonces pienso que a él se le ocurrió oscurecer las ciudades. Él tenía todos los datos de las principales torres de energía. // Es que la luz eléctrica eliminó el rito del día y la noche: Dios creó el día, y el hombre eliminó la noche. Y si la noche era la muerte, con la electricidad se la espanta: se espanta muy bien a los fantasmas con luz eléctrica, ¿no? Entonces, apagar una ciudad es un espectáculo de arte conceptual que podría hacerse en Europa, EEUU… para que se vuelva al ritual primario del día y la noche. Y claro que también es un problema para los hospitales y demás. Cuando mataron a Rebolledo lo enterraron apresuradamente en Chincha…».

No podemos calificar el injusto calificativo de “mediocre” sino como producto del desconocimiento. Por lo demás, las elucubraciones fantasiosas de J.J. Salazar sobre los móviles de Rebolledo para incursionar en la lucha social resultan inconsistentes. Insistimos en que sobre este campo hay que hacer un análisis más fundamentado y veraz.

En otros casos, pende sobre Rebolledo una visión reduccionista de su ideología, que apela al impacto visual y conceptual. Paolo de Lima consigna en su investigación lo siguiente: “El artista plástico Marcel Velaochaga pintó y expuso en el 2002 La mesa de trabajo del pintor Félix Rebolledo, con colores pop agresivos, en el que se aprecia las figuras de Abimael Guzmán, Mao Tse Tung, Víctor Jara, Marx, Lenin y un guerrillero de Vietnam que apareció a su vez en la carátula de un disco de Quillapayun...”.

En todo caso, las apreciaciones sobre el valor de la obra artística de Félix Rebolledo son todavía fragmentarias, imprecisas, escrupulosas, o demasiado románticas, como estas líneas. Su biografía está todavía por escribirse, al igual que la interpretación de su mensaje pictórico. Sin embargo, lo cierto es que Félix Rebolledo es un artista indispensable para comprender al Perú porque dejó un valioso legado de belleza y verdad, impregnado de peruanidad y universalidad, más allá de los vaivenes de la época, de las opiniones periodísticas o del silencio oficial.

(*)El 16 de agosto del 2000, la Corte la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió una sentencia responsabilizando al Estado en el caso de la matanza de los penales (…), precisando que es obligación del Estado esclarecer los hechos y sancionar a los responsables. Luego, de acuerdo al mandato emitido por la CIDH, la Fiscalía Especializada en Desapariciones Forzosas, Ejecuciones Extrajudiciales y Exhumación de Fosas Clandestinas abrió una investigación sobre estos sucesos para determinar la forma en que se produjeron el motín y su debelamiento; y determinar a los responsables del mismo, tanto en el campo legal como político. Durante las investigaciones se demostró la práctica de ejecuciones sumarias a internos rendidos tras el derribamiento del Pabellón Azul.

Asimismo, se afirma que la Marina desarrolló un plan de desaparición de los restos de los internos fallecidos, el mismo que se ejecutó semanas después del operativo militar y que consistió en depositar los restos humanos en diferentes cementerios de la ciudad de Lima sin ningún tipo de identificación que permita el reconocimiento de sus familiares.







Encuesta en Piura muestra a Alan García,

Trelles Lara y Mónica Zapata en picada



PIURA.PERU
PWN,JULIO.-
Los resultados de la última encuesta que ha aplicado la Escuela de Post Grado de la UNP muestran reveladores resultados. De los ocho alcaldes provinciales, solamente aprueban tres. Entre ellos, el burgomaestre sechurano, Valentín Querevalú, obtiene un 96,3% de aprobación.seguido del alcalde de Morropon y Ayabaca.


La investigacion se realizo en toda la Region, para las ocho provincias y dos distritos, asi como la verificacion de la gestion del Presidente Alan Garcia y el Presidente Regional Cesar Trelles Lara.


Los resultados elaborados en un ranking señalan en el orden siguiente por aprobacion.
1. Valentin Querevalu, Alcalde de Sechura 93.3 %
2. Edilberto Farias Zapata, Alcalde de Morropon,Chulucanas 58.3 %
3. Humberto Marchena, Alcalde de Ayabaca, 52.9 %
4. Alejandro Torres Vega, Alcalde de Paita 43.5 %
5. Mario More Lopez, Alcalde de Catacaos, 40.1 %
6. Jose Vitonera Infante,Alcalde de Talara(Vacado), 35.5 %
7. Valentin Quevedo Peralta, Alcalde de Huancabamba, 31.0 %
8.Jaime Bardales, Alcalde de Sullana, 27 .0 %
9. Ricardo Wancheng , Alcalde de Castilla 27.0 %
10. Monica Zapata de Castagnino 21.9 %



Cesar Tralles Lara, Presidente Regional 17.9 %
Alan Garcia Perez, Presidente del Peru 25. %