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Historia :::: Una propuesta para convertir al Huáscar en un buque museo binacional. El Destino Del Huáscar
Como el fantasma que fue en el imaginario chileno durante la campaña naval de la Guerra del Pacífico, el Huáscar sigue siendo una nave que despierta pasiones tanto en Perú como en Chile. Recientes declaraciones del ministro de Defensa chileno durante su visita a nuestro país en torno a su posible devolución al Perú, como era de esperarse, han dado lugar a numerosas reacciones en ambos lados, que no hacen sino reflejar la complejidad y el peso de la historia en las relaciones entre ambos países.
Recordamos siempre que a bordo de ese buque murió quien consideramos el principal héroe peruano, el contralmirante Miguel Grau, así como también muchos de sus oficiales y tripulantes, lo que le otorga un enorme valor simbólico para los peruanos.
Pero quizás sería apropiado no pasar por alto que también a bordo de esa misma nave perdieron la vida el principal héroe naval chileno, capitán de fragata Arturo Prat, el de igual grado Manuel Thomson, quien se encontraba al mando de esa nave durante el combate de Arica (27/2/1880), así como otros marinos chilenos. Por tanto, también para los chilenos tiene una gran significación. Peruanos y chilenos consideramos que nuestras respectivas valoraciones simbólicas del Huáscar son las válidas, lo que nos coloca ante un dilema casi paradojal.
En el libro que escribiera con el desaparecido historiador naval chileno Carlos López Urrutia, Monitor Huáscar, una historia compartida (1865-2005) (Lima, Asociación de Historia Marítima y Naval iberoamericana, 2005), abordamos el tema de su destino final. Señalamos entonces, y lo ratifico hoy, que la idea de hundirla con todos los honores “no sólo nos parece descabellada, sino que sería un atentado contra la cultura naval mundial el hundir una nave histórica, y dejaría en el más absoluto ridículo a ambos países”.
Estábamos entonces –y sigo estándolo– convencidos de que para hallar una solución a esta sensible situación debíamos ser innovadores en este tema, y propusimos entonces lo siguiente:
“Puede sonar utópico, pero esperamos que más pronto que tarde podamos llegar a ver una suerte de buque binacional, en el que cada mañana se eleven juntas, al mismo tiempo y a la misma altura, las banderas bajo las cuales cayeron –hermanos del sacrificio y de la gloria– chilenos y peruanos, peruanos y chilenos”.
Hasta donde conozco, no existen precedentes de este tipo en el caso de buques históricos, pero cuando algo no existe hay que crearlo. Ello requiere coraje, imaginación y voluntad de ambas partes. No sería una tarea sencilla, pero tampoco resultaría imposible, como bien lo demostraron España y Francia cuando decidieron que la isla de los Faisanes, en la boca del Bidasoa, sería seis meses al año francesa y los otros seis española, poniendo punto final a su querella.
Las relaciones peruano-chilenas son bastante complejas y arrastran la enorme carga del pasado, especialmente por la rivalidad que nos dejaron como herencia los largos siglos de dominio peruano sobre un Chile marginal, así como la dolorosa Guerra del Pacífico, pero debemos encarar estos y otros temas dejando de lado resentimientos que no nos permiten mirar el futuro de nuestras relaciones de manera positiva.
Sobre la cubierta están hoy día colocadas cinco armazones de bronce en los lugares en que cayeron los héroes chilenos y peruanos: Grau, Prat, Serrano, Aldea y Thomson. Pero queda todavía el desafío de completar el buque con equipos y artefactos antiguos que se han conservado en otros museos. En esta tarea deben participar en igualdad de condiciones tanto el Perú como Chile, pues el monitor tiene un enorme valor emotivo para ambos países.
Los chilenos consideran que el Huáscar es una presa de guerra ganada con sudor, sangre y sacrificio. Los peruanos rememoran con orgullo la vida de esa nave al servicio de su patria y la heroica gesta de Grau y sus hombres, que cayeron defendiendo el honor de su bandera en la cubierta de esta reliquia.
Debe encontrarse alguna fórmula para que el Perú pueda participar en la puesta en valor pleno de esta nave, tan cara a ambos países. En la galería de retratos que ya existe deben agregarse los óleos de los oficiales peruanos, así como exhibirse en las cámaras los uniformes y otros artefactos históricos peruanos. Si bien la restauración del Huáscar es un hecho notable, no debemos perder de vista que simboliza un espacio y una época en la que cayeron, hermanados en el sacrificio y la gloria, chilenos y peruanos.
Existen algunas propuestas sobre el futuro del monitor. Para algunos debe ser devuelto al Perú. La excusa más frecuente ante esta posibilidad es que el monitor está en tan mal estado que no podría soportar un viaje a ninguna parte.
Otros consideran que el Huáscar no debe devolverse, pues es una presa de guerra ganada limpiamente y no sería digno del pueblo peruano pedir su retorno. Grau y sus hombres dieron la vida por defender la honra de su bandera y es claro que después de tanta sangre derramada y tan sublimes sacrificios, la armada peruana no necesita del Huáscar para conservar sus tradiciones. La herencia del Perú es igualmente gloriosa, su sacrificio, al perder el Huáscar, doblemente doloroso. (Por: Jorge Ortiz Sotelo*) ----------------
*Jorge Ortiz Sotelo es capitán de fragata en retiro. Graduado en Historia por la PUCP, con estudios de especialidad en Historia Marítima y Naval en la Universidad de Londres, y doctorado en Historia Marítima de la Universidad de Saint Andrews, Escocia. Secretario general de la Asociación de Historia Marítima y Naval Iberoamericana. Autor de Miguel Grau: el hombre y el mar (Lima, Congreso de la República, 2003)
¡Visitante Descúbrete!
Al pie de la restaurada torre de mando del Huáscar hay varias placas conmemorativas. Una tiene grabada la arenga del capitán Prat. La otra dice con solemnidad:
¡Visitante Descúbrete!
Tres comandantes rindieron su vida sobre la cubierta de este viejo monitor: Arturo Prat, capitán de fragata de la Armada de Chile, comandante de la Esmeralda, cuando abordara el Huáscar el 21 de mayo de 1879 en la rada de Iquique.
Miguel Grau, contraalmirante de la Armada del Perú, comandante del Huáscar, al caer en su torre de mando durante el combate naval de Angamos el 8 de octubre de 1879.
Manuel Thomson, capitán de fragata de la Armada de Chile, comandante del Huáscar, destrozado por una granada enemiga en el bombardeo de Arica el 27 de febrero de 1880.
Se inmolaron con Prat en Iquique en estas mismas cubiertas el sargento Juan de Dios Aldea en el primer abordaje y el teniente Ignacio Serrano y sus doce marineros en el segundo abordaje.
Junto a Grau cayeron en Angamos el capitán de corbeta Elías Aguirre, los tenientes Diego Ferré, José M. Rodríguez y 28 tripulantes.
Con Thomson rindieron sus vidas en Arica el aspirante Eulogio Goycolea y seis marineros.
Tú que admiras el valor y comprendes el sentido del sacrificio recoge un momento tu espíritu ante el altar de los héroes que con su sangre escribieron las páginas más bellas de la historia naval de Chile y Perú”.
Falta en esta placa el nombre del teniente Enrique Palacios, debido a que este oficial falleció a bordo del Blanco Encalada, explicación nada satisfactoria.
Ese nombre debe agregarse a la placa lo antes posible y hacer justicia a la memoria de quién fue uno de los más destacados oficiales a bordo el monitor después de la muerte de Grau. (JOS)
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