sábado, mayo 09, 2009









EL AMOR PERFECTO
Por: Miguel Godos Curay
El amor de mamá es perfecto. Tiene el sol y la luna en una sola mirada. Tiene toda el agua del planeta en un sorbo que aplaca la sed del alma. La voz de mamá es una melodía que enternece los oídos de todos los hijos. Su recuerdo es como el brillo de una estrella y sus huellas señalan siempre el camino hacia el bien apetecido. Sus manos lo son todo, la herramienta dúctil que nos enseña a descubrir el valor inagotable de las palabras. Esas manos que nos llenan de caricias no envejecen y si envejecen se convierten en los dedos de Dios. Los ojos de mamá hablan por sí solos. Y sus palabras con sinceridad miran nuestro interior intensamente. Tu presencia mamá en el recuerdo no se acaba.
Mamá lo sabe todo porque estudió en la escuela inolvidable de la vida. En el silencio de la noche es escuchan sus ruegos y sin que los hijos se den cuenta los bendice a todos recitando oraciones al oído. Nada le iguala en fortaleza. Es un titán que sostiene en sus manos la grandeza de su familia. Cuando todos huyen del coloquio con Dios ella le confiesa, cara a cara con pesadumbre, sus dolores, pidiendo no por sí misma sino por todos sus hijos en especial por los que para las dificultades tienen suerte.
Mamá es una palabra con cuatro letras pero conjuga en todos los tiempos el verbo amar. Su tiempo verbal favorito es el presente en el diálogo con sus hijos. Ella lo merece todo pero todo lo da. Su postre favorito es la alegría de sus críos. Cuando esta triste se vuelve alegre para no mostrar sus penas y llenar de felicidad y consuelo a los otros. Y cuando está alegre de todo corazón reparte su felicidad entre todos como un pan. En la soledad su corazón viaja en sus latidos a todos los rincones en los que se encuentran sus hijos. Durante las noches solo concilia sueño encontrándose con sus recuerdos más preciosos.
Su vida es como un libro abierto que todo lo sabe y todo lo enseña. Ella con sencillez desanuda la ciencia y enseña a construir con lógica irrebatible el significado de las palabras. La patria del amor y la dignidad se llama mamá. El abecedario de los derechos humanos está inscrito en sus ojos y lo enervan en la legítima defensa de sus hijos. Sus besos son la condecoración que lucran todos los olvidadizos y desmemoriados. En valentía contra el dolor se hizo fuerte para toda la existencia y por pura generosidad economiza con rubor todas sus lágrimas ante sus hijos.
Su vida es fugaz como la de las flores y cuándo menos nos damos cuenta sus sienes se coronaron de plata. El mejor cosmético para embellecer su rostro es la gratitud humana. Todo lo comparte y todo lo reparte. Todo lo cree y todo lo espera de sus hijos. Siendo joven y hermosa se llena de esplendente honestidad y delicadeza. Siendo venerable anciana revive su dignidad de reina. En el hogar es como el fuego que nutre la alegría y el amor. Su ausencia es un océano de tristeza que sólo se soporta con su brillo de estrella lejana.
En este día inventado para la evocación de tu nombre todos te recuerden con gestos nobles que repliquen el amor sin la mercantil materialidad que despoja de naturalidad y grandeza a las cosas. Madre del Perú es nuestro deseo que la justicia permita que este país reconozca este esfuerzo silencioso de mover el país y te extienda con gratitud los beneficios de la seguridad social y la administración -sin manoseo político- de los programas de lucha contra la pobreza.
Madre del Perú que alimentas al país en plena crisis mundial y no te arredras. Madre del Perú motor de todas las reformas que el país necesita en plena arremetida neoliberal. Madre del Perú que con sudor y lágrimas educas a tus hijos, confirmando tu derecho a la vivienda digna, al transporte seguro, a la salud oportuna y a la gobernabilidad digna. A ti nuestro homenaje y una oración que conjure todos los olvidos. Madre del Perú que estás en la tierra de la papa y el maíz santificado sea siempre tu nombre.
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