Yo también soy pintor
Por: Miguel Godos Curay
Piura,Peru
Un día como hoy, un 18 de enero de 1689 nació en el Castillo de la Brède, cerca de Burdeos, en Francia, Charles –Louis de Secondat, barón de Monestquieu. Montesquieu representa en la política lo que Descartes para la metafísica, lo que Buffon para la historia natural y lo que Pascal para la teología. Una revolución profunda en el pensamiento. Se cuenta que por voluntad de sus padres fue bautizado en brazos de un mendigo, para que recordara toda su vida, que los seres humanos son iguales y hermanos. El joven Montesquieu era un apasionado de las Ciencias Naturales y la historia aunque finalmente estudió leyes y se graduó como abogado en 1708.
Sus primeras disertaciones fueron un estudio sobre el eco, las mareas y las glándulas renales. Fue un impenitente viajero y un crítico certero del despotismo de Luis XIV a quien llamó “un rey juguete de favoritas” y cuyo señalamiento se expresa en las Cartas Persas que aparecieron anónimas. Vivió entre París y Burdeos y llevó una vida mundana sin desentenderse por ello de los estudios de la política, moral y costumbres en busca de un sistema que facilitara la grandeza y entendimiento de los hombres. Anotan sus biógrafos que en Inglaterra se inició en la masonería de la que finalmente le causaron gran aburrimiento sus ritos y el poco talante especulativo de sus integrantes.
En 1734 publicó una monografía denominada “Consideraciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de los romanos”. Posteriormente se dedica durante veinte años a escribir el segundo de sus estudios monográficos “El Espíritu de las Leyes”. Según su opinión “Vástago sin madre alumbrado” que resultó un profundo ensayo inaugural de la historia racional y científica aparecido en 1748. Montesquieu, domina el ensayo tal como lo propuso Montaigne. Un cajón de sastre en donde menudean datos producto de la observación y opiniones producto de la reflexión metódica y paciente. Su método es el que hoy aplicaría cualquier periodista de investigación.
Una de sus curiosas afirmaciones, asociada a sus estudios sobre el clima, es la de que a la libertad le vienen mejor los climas fríos y al despotismo los climas cálidos. La historia de América en la que abundan los tiranos podría confirmar su aserto. Montesquieu postula a que los nervios encarnan las pasiones del alma pero el ambiente los mueve a su antojo. En el plano religioso expresa su temor de que la religión se convierta en un engranaje político manejado por el legislador. Es enemigo de la persecución religiosa y defensor de la tolerancia.
La lectura de El Espíritu de las Leyes” es una tarea pendiente para cualquier ciudadano que se precie de conocedor de la política, amante de las leyes de su país y acucioso vigilante del uso ético del poder. Montesquieu afirma que es el amor a la patria el que sostiene a la república, el honor a la monarquía y el temor a los despotismos. Uno de sus aportes para las sociedades modernas es la teoría de la separación de poderes. Con relación a los ejércitos sostiene que los soldados deben vivir con y entre los ciudadanos. El ejército tiene que ser popular de tal modo que no sean necesarios cuarteles campamentos ni plazas fuertes porque el ejército, en principio, desprecia al Parlamento y acaba haciendo siempre lo que le ordenan sus jefes. Sin duda, en este punto fue un visionario.
Montesquieu, observa con acierto la razón de la prosperidad y afirma que: “Un hombre no es pobre porque no tenga nada, sino porque no trabaja. El que no tiene bien alguno y trabaja es feliz como el que tiene renta sin trabajar. El que tiene un oficio no es más pobre que el que tiene tierra y ha de trabajarla para sobrevivir. El obrero que lega un oficio a sus hijos por herencia les da un bien que se multiplica. No ocurre lo mismo con el que teniendo la tierra la reparte entre sus hijos.” Montesquieu nació hace 320 años y nos recuerda con prosa fácil que los piuranos somos como esos hijos que teniendo tierra se mueren de pobres y de esa rabia hortelana tan propia de los perros mezquinos y pellejeros.
Advierte Montesquieu, en el prefacio de “El Espíritu de las Leyes” a sus lectores que no juzguen un trabajo de veinte años por la lectura de un instante. “Se deja el mal si se teme lo peor: se deja el bien si se duda sobre lo mejor”. No creo, sin embargo, carecer por completo de genio. “Yo también soy pintor “digo con el Correggio” afirma. Sin duda un pintor de aspiraciones humanas gigantescas y de la convicción humana de que la política sin la ética a su lado es como un cero a la izquierda.
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