domingo, diciembre 07, 2008

CUENTO DE NAVIDAD
 
Por: Miguel Godos Curay
Aquello de imaginar a los ángeles con bucles, sexo sospechoso y batas de dormir, sostiene Alejandro Jodorowski, nos ha hecho mucho daño.
Porque lejos de sentirlos cerca a nosotros hemos acabado por ridiculizarlos grotesca y perversamente.
Es muy probable, que con tal facha, en el momento de la anunciación el Arcángel Gabriel hubiera provocado una destornillada de risa en María por su aspecto tan ridículo y huachafo.
Nos han vendido el cuento de que le legión de querubines y serafines son criaturas regordetas y obesas y que por la extraordinaria belleza de su canto, es probable, sean todos eunucos.
Lo que es inimaginable pensar sea la voluntad de Dios.Con tales caricaturas, los ángeles, espíritus puros, llenos de sabiduría, amor de Dios e inagotable lealtad quedan reducidos esperpénticamente a la dimensión de las mascotas y no es así.
Los ángeles son criaturas que nos acompañan siempre sin ser nuestros clones y los sentimos muy cerca de nosotros cuando enfrentamos peligros y en momentos y circunstancias en que las notas de los diarios apuntan tontamente: "Se salvó de milagro", "salvó la vida por un pelo".
Nunca se menciona, como debe ser, "se salvó por la acción decidida de su ángel custodio".Y si alguien se muere no es responsabilidad de estas criaturas al servicio de Dios. Porque los ángeles agotan esa posibilidad de sintonizar con nosotros.
Lo que sucede es que nuestra racionalidad está embotada de caminos falsos, de prejuicios, de orgullo y de un erróneo sentido de la autosuficiencia personal. ¿Pensar en los ángeles?. Eres o te haces nos responden socarronamente.
No hay mente humana que pueda imaginar esa tarea inagotable de los ángeles y los beneficios de su trato frecuente. En los quirófanos de los hospitales guiando la mano que maneja el bisturí. Igualmente acompañando a un conductor por la carretera o a un piloto de avión en plena tormenta.
En esos gestos inauditos de bondad que nos salen del corazón. Los ángeles estremecen los bolsillos de los tacaños.
Desenredan los problemas y dificultades humanas. Y aunque no son expertos en tareas escolares despiertan el interés en los niños poco aplicados.
Hay ángeles que nos acompañan siempre por las calles de Piura y que evitan que caigamos en los huecos de las alcantarillas. Hay otros que están pendientes de los enfermos y de los que sufren. Son como un bálsamo.
Son la esperanza misma pero no los sentimos porque les cerramos las puertas del corazón. Hay ángeles de viejo o de vieja amorosa que van repartiendo bendiciones por el mundo. Lo que sucede es que no los oímos porque preferimos el celular.
También hay ángeles de loco que acompañan a todas las personas que por los extravíos de su mente no acaban de encontrarse.
Aunque duermen a la intemperie y se alimentan de basura estas personas están vivas y en salud porque Dios y sus ángeles los protegen.
Hay ángeles que deambulan por las universidades y se sienten solos en los rincones de los laboratorios que no se usan y que acompañan en su soledad a los libros que nadie lee. Otros recorren las aulas y les encanta participar en los debates estudiantiles en los que se busca la verdad.
Hay ángeles que disfrutan felices el frescor bajo los árboles y otros que se alegran con los trinos de los pájaros. Hay otros que huyen de esos rincones en donde el mal se disfraza de bien para el engaño.
Y otros que sufren desconsoladamente cuando malos estudiantes engañan a sus padres. Hay ángeles que se aglomeran en los servicios de emergencia de los hospitales y aunque no usan mandil visten nubes de blanco.
Hay ángeles que protegen en todo aquello que hacen por Dios y para Dios a toda esa legión de curas que envejecen en sus parroquias.
Hay ángeles con nombre propio como el de José Maria Doménech que dicen la verdad con cuatro palabras. Y otros ángeles con alma de reportero que pugnan por ingresar a las redacciones de los diarios para anunciar la buenas nuevas
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